Donde está el Dios de Elías
Donde está el Dios de Elías?
A la pregunta: ¿Dónde está el Dios de Elias? Respondemos: Pues ¡donde ha estado siempre: en su trono! Pero ¿dónde están los Elias de Dios?
Sabemos que Elias era un hombre «de pasiones semejantes a las  nuestras», pero, ¡ay!, nosotros no somos hombres de oración como él. Hoy  Dios parece olvidar a los hombres de oración; no porque         somos demasiado ignorantes, sino porque somos demasiado  autosuficientes. ¡Hermanos, nuestras capacidades son nuestros  impedimentos y nuestros talentos piedras de tropiezo!
Elias salió de la oscuridad al escenario del Antiguo Testamento  como un hombre maduro. La reina Jezabel aquella hija del infierno, había  destruido a los profetas de Dios reemplazándoles por         sacerdotes de divinidades falsas. Oscuridad espiritual cubría la  tierra. El pueblo estaba ciego y bebía la iniquidad como agua. Cada día  se levantaban nuevos templos paganos, donde se         practicaban crueles ritos en los que perecían inocentes víctima  humanas de niños y doncellas.
Todo esto ocurría en un pueblo que llamaban a Abraham su padre, y  cuyos antepasados habían clamado a Dios en sus tribulaciones y habían  sido librados de todas sus angustias. El Señor de         gloria parecía ausente y la sal había perdido su sabor. El oro  se había convertido en escoria. Sin embargo, de su profunda apostasía  Dios levantó a un hombre ―no un comité, ni una secta, ni         un ángel sino un HOMBRE―, y un hombre de pasiones semejante a  las nuestras. Dios llamó á un hombre, no a predicar, sino «a estar en el  portillo». Como Abraham en antiguos tiempos, así ahora         Elias «estuvo ante el Señor». Por esto el Espíritu Santo pudo  escribir su biografía en dos palabras: «Elías oró»  Nadie puede hacer nada más importante para Dios y para los         hombres. Si la Iglesia tuviera hoy tantos ardientes intercesores  como tiene consejeros diligentes, veríamos el despertamiento universal  antes de un año.
Tales hombres de oración son siempre benefactores nacionales.  Elias era uno de éstos. Oyó una voz, vió una visión, experimentó un  poder, se enfrentó con un enemigo y, contando con Dios como         aliado, obtuvo una gran victoria.
Las lágrimas que derramó, las angustias que sufrió y los gemidos  que profirió están escritos en el Libro de las Crónicas de Dios. Por  fin, Elias emergió con la infalibilidad de un profeta.         Conoció la mente de Dios. Por tanto, un solo hombre conquistó  una nación y alteró el curso de la Naturaleza. Este, «desecho de los  hombres», se mantuvo firme e inconmovible como los montes de         Galaad cuando cerró los cielos con su palabra. Por la llave de  la fe, que se adapta a todos los cerrojos, Elias cerró los cielos, se  puso la llave en el bolsillo y Acab tembló. Aunque es         maravilloso cuando Dios se apodera de un hombre, es todavía mas  admirable cuando un hombre se apodera de Dios. Que un hombre de Dios  «gima en el espíritu», y Dios clamará: «Dejadme hacer.»         Nosotros quisiéramos las proezas de Elias, pero no sus  destierros.
Hermanos, si hacemos la obra de Dios, a la manera de Dios, en el  tiempo de Dios y con el poder de Dios, tendremos la bendición de Dios y  las maldiciones del diablo. Cuando Dios abre las         ventanas del cielo para bendecirnos, el diablo abre las puertas  del infierno para atacarnos. La sonrisa de Dios significa el ceño del  diablo. Los simples predicadores no pueden ayudar ni         dañar a nadie; pero los profetas conmueven a todo el mundo y  hacen desesperar a algunos. El predicador suele ir con la multitud, el  profeta va en contra. Un hombre pobre, pero ardiente y         lleno de Dios, será tildado de mal patriota porque habla contra  los pecados de su nación; de severo, porque su lengua el una espada de  dos filos; de desequilibrado, porque el peso de la         opinión está en su contra. El predicador será ensalzado, el  profeta abucheado.
¡Ah, hermanos predicadores! Amamos a los santos de la  antigüedad, mártires y reformadores. Veneramos a nuestros Luteros,  Bunyans, Wesleys, Asburys, etc. Escribimos sus biografías,         reverenciamos su memoria, redactamos respetuosos epitafios, les  construimos monumentos Lo hacemos todo menos imitarles. Veneramos como  reliquia hasta la última gota de su sangre; pero nos         guardamos de derramar una gota de la sangre nuestra.
Juan el Bautista pudo mantenerse seis meses en prisión; pero él y Elias no podrían permanecer seis semana en la calle de una ciudad moderna. Los encerrarían en manicomio por reprender el pecado y no silenciar su mensaje.
Los evangelistas de nuestros tiempos lloran el poder de los  sistemas ateos, pero cierran la boca ante la amenanaza de la religión  nominal y apóstata. América se estremecería de costa a costa         si algún predicador famoso atacara, a las religiones humanamente  organizadas y sus errores; nadie siente compasión por las multitudes  engañadas, en vida y en muerte, con formas nocivas de         religión. Tales multitudes tienen que conmovernos, como  conmovieron a Elias circunstancias parecidas. El enemigo ha venido como  un río. ¿No hay ningún guerrero de Dios, revestido con la         armadura del Espíritu Santo, capaz de levantar bandera contra  él? Sólo un lugar mantendrá el corazón en pasión y los ojos en visión.  Este lugar es la cámara secreta de la oración. Elias, con         un volcán en el corazón y voz de trueno, apareció en el reino de  Israel para un tiempo como ése.
Las dificultades para la evangelización mundial si muchas en  nuestros días. Pero las dificultades dan lugar a hombres decididos. ¿Has  llegado ante ríos que te parecen invadeables? ¿Te hallas         ante montañas incruzables Dios es especialista de cosas  imposibles para todo otro poder.
Pero el precio es alto. Dios no quiere ser nuestro asociado sino a condición de ser dueño.
Elias vivió con Dios. Consideró los pecados de la nación como  pecados contra Dios; se entristeció sobre tales pecados como Dios mismo,  y habló contra ellos como Dios. Fue tan apasionado en         sus oraciones como en su denuncia del mal. Su predicación era  como fuego y los corazones de los hombres como metal fundido.
Pero «los pasos del hombre de bien son ordenados por (el Señor»  (Salmo 37:23). El Señor dijo a Elias: «Escóndete», y más tarde dijo:  «Muéstrate». Habría sido un gran error esconderse cuando         tenía que reprender a reyes por el amor de Dios, y peligroso  desafiarles sin orden expresa del Señor. Es un error predicar si el  Espíritu nos ordena esperar en el Señor. Debemos aprender a         decir como David: «Alma mía, espera siempre en Dios» (Salmo  62:5). ¿Quién se atreverá a pedir a Dios cortar todos nuestros propios  apoyos? Los caminos de Dios no son nuestros caminos. Sus         caminos son «escondidos», pero El nos los revela por el Espíritu  Santo.
¿Le ordenó Dios alojarse en Chêrit y Sarepta en algún gran  hotel? ¡Oh, no! ¡A este profeta de Dios, a este predicador de la  justicia le fue ordenado alojarse en casa de una viuda pobre!
Más tarde la oración de Elias fue un modelo de oración concisa:  «Escúchame, oh Señor, escúchame, para que este pueblo pueda conocer que  Tú eres el Señor y que Tú has cambiado su corazón» (1.ª         Reyes 18:37). E. M. Bounds tiene razón al decir que las  oraciones breves en público son el resultado de largas oraciones en  secreto. Elias oró, no por la destrucción de los profetas         idólatras, ni que cayeran rayos sobre el rebelde pueblo de  Israel, sino para que la gloria y el poder de Dios se revelaran como  Dios quisiera.
Nosotros tratamos de ayudar a Dios a salir de las dificultades.  Recordad que Abraham lo intentó, y hasta el día de hoy el mundo sufre su  error a causa de Ismael. En cambio, Elias trató de         poner las cosas más y más difíciles para Dios. ¡Pidió fuego e  hizo empapar el altar de agua! Dios quiere vernos atrevidos en nuestras  oraciones. «Pídeme y te daré las gentes por heredad, y         por posesión tuya los términos de la tierra» (Salmo 2:8). ¡Oh  hermanos ministros! La mayoría de nuestras oraciones son advertencias y  consejos a Dios. Nuestra oración está teñida de egoísmos,         ya sea para nosotros mismos, para nuestra denominación o para  nuestro grupa ¡Perezca tal pensamiento! Nuestro objetivo debe ser Dios  solo. Es su honor el que está puesto en juego. Su bendita         Hijo el que es despreciado e ignorado. Sus leyes, quebrantadas.  Su nombre, profanado; su Libro, olvidado, y su Casa, convertida en un  círculo de actividades recreativas Dios necesita mucha         paciencia para con las oraciones de su pueblo. Le decimos lo que  tiene que hacer y cómo. Hacemos juicios y formulamos apreciaciones  cuando oramos. En una palabra: lo hacemos todo menos orar.         Sin embargo, en ninguna Escuela Dominical puede aprenderse este  arte. ¿Qué escuela bíblica tiene la oración como una de sus asignaturas?  La ciencia más importante que uno puede estudiar es la         oración según la Biblia. Pero ¿dónde se enseña semejante  ciencia? Liándonos la manta a la cabeza nos atreveremos a decir que  muchos de nuestros presidentes y maestros no oran ni derraman         lágrimas ante Dios. ¿Cómo pueden enseñar lo que no saben?
La persona que pudiera inducir a muchos creyentes a orar  levantaría el más grande despertamiento que el mundo haya conocido. La  falta no está en Dios. «El es podeiroso para hacer conforme al         poder que obra en nosotros». El problema para Dios hoy día no es  el Ateísmo, ni la Religión falsa, ni el Liberalismo o Modernismo. El  problema para Dios es el Fundamentalismo muerto.
El evangelismo y el despertamiento., aunque íntimamente unidos,  no deben ser confundidos. El despertamiento es una experiencia de la  Iglesia; el evangelismo, una expresión de la Iglesia.
Paul S. Rees
Dios nunca ha tenido el propósito de que su Iglesia sea mi  refrigerador para conservar la piedad; sino una incubadora de nuevos  convertidos.
F. Lincicome
¿Soy yo, Señor?
Los apóstoles
¿Has llegado ante ríos invadeables? ¿Te hallas quizá ante  montañas incruzábles? Dios es especialista de cosas imposibles Y se  complace en hacer .Lo imposible a todo otro poder.
¡Señor, ayúdanos a obtener popularidad donde ésta llene verdadero valor: En la Corte Celestial!
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Tomado del libro, ¿Porqué no llega el avivamiento?
Leonard Ravenhill, Capítulo IV.
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