Exposición biblica acerca del dinero
Exposición Biblica acerca del dinero
"Disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia; apártate de los tales. Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores" (1 Timoteo 6: 5-10. Versión Reina Valera 1960)
Por John Piper
El dinero es la moneda del hedonismo cristiano. Lo que hagas con él, o lo que desees hacer, puede construir o destruir tu felicidad para siempre. La Biblia deja en claro que lo que sientes con respecto al dinero es capaz de destruirte:
«Los que quieren enriquecerse caen en la tentación y se vuelven esclavos de sus muchos deseos. Estos afanes insensatos y dañinos hunden a la gente en la ruina y en la destrucción» (1Timoteo 6:9).
Este pasaje nos enseña a usar nuestro dinero de tal manera que obtengamos la ganancia que es mayor y más perdurable. Es decir, defiende el hedonismo cristiano. Confirma que Dios no solo nos permite que huyamos de la destrucción y busquemos el placer cabal y duradero, sino que nos ordena que lo hagamos. Implica que todos los males de este mundo no suceden porque nuestros deseos de felicidad sean demasiado fuertes, sino porque son tan débiles que nos conformamos con los placeres pasajeros que compra el dinero y que no satisfacen nuestros anhelos más profundos, sino que al final, destruyen nuestra alma.
La raíz de todos los males es que tenemos la tendencia a amar al dinero en lugar de amar a Dios
El pasaje de 1Timoteo 6:5-10 es tan importante que debemos meditar en esto con más detenimiento. Pablo le advierte a Timoteo en contra de los: hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia; apártate de los tales. Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este
mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron
traspasados de muchos dolores. (RV-60)
En otras palabras, cuidado con los hábiles engañadores que han descubierto que pueden sacar sus buenas ganancias aprovechándose de la piedad.
De acuerdo al versículo 5, estos sujetos utilizan la piedad como un medio de ganancia. Tienen tanta adicción al dinero que la verdad ocupa un lugar muy pequeño en sus sentimientos. No se «gozan en la verdad». Se regocijan en la evasión de impuestos. Están dispuestos a utilizar cualquier interés popular nuevo para hacerse de unos cuantos billetes. Si el resultado en materia de dinero es abultado y sucio, no importan las estrategias publicitarias engañosas. Si la piedad está de moda, vendamos piedad.
Pablo hubiera podido responder a este esfuerzo por convertir la piedad en ganancia diciendo: «Los cristianos hacen lo bueno solo porque es lo que deben hacer. No los motivan la ganancia». Sin embargo, eso no es lo que dice Pablo. Sus palabras son: «Gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento» (versículo 6). En lugar de decir que los cristianos no viven para la ganancia, dice que deberían vivir para una ganancia, mayor que las que persiguen los que aman el dinero. La piedad es una forma de obtener una gran ganancia, pero solo si nos contentamos con la sencillez en lugar de codiciar riquezas. «Gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento».
Si la piedad te libertó de tu deseo de ser rico y te ayudó a estar satisfecho con lo que tienes, tu piedad te trae una inmensa ganancia. «Aunque el ejercicio físico trae algún provecho, la piedad es útil para todo, ya que incluye una promesa no solo para la vida presente sino también para la venidera» (1Timoteo 4:8).
La piedad que supera la codicia de la riqueza material produce una gran riqueza espiritual. La esencia del versículo 6 es que es muy provechoso no perseguir la riqueza.
Lo que sigue en 1Timoteo 6:7-10 (RV-60) son las tres razones por las que no deberíamos andar detrás de las riquezas. Sin embargo, primero quiero insertar una aclaración. Muchos negocios legítimos dependen de las grandes concentraciones de capital. No se puede construir una nueva planta industrial (que les da empleo a miles de personas y que produce mercaderías que valen la pena), sin que existan millones de dólares de patrimonio. Por lo tanto, los gerentes de asuntos económicos a menudo tienen la responsabilidad de generar reservas. Cuando la Biblia condena el deseo de enriquecerse, no necesariamente condena un negocio que pretende expandirse y que por lo tanto necesita mayores reservas de capital. Es posible que los que manejan el negocio codicien más riqueza personal o que tengan motivaciones más nobles al pensar en la manera en que la expansión de su productividad beneficiará a la gente. Aun cuando una persona competente acepte un ascenso o un trabajo mejor remunerado, eso no es suficiente para condenarlo por el deseo de enriquecerse. Tal vez aceptó el trabajo porque tiene ansias de poder, de prestigio y de lujos o, satisfecho con lo que tiene, quizá su intención sea la de utilizar el dinero extra para fundar una agencia de adopción, para dar becas, enviar misioneros o fundar un ministerio en su ciudad.
Trabajar para ganar dinero para la causa de Cristo no es lo mismo que desear ser rico. La advertencia de Pablo no va en contra del deseo de ganar dinero para satisfacer nuestras necesidades y las necesidades de los demás; su advertencia va en contra del deseo de tener cada vez más dinero con la estimulación del ego y los lujos materiales que eso puede traer.
Veamos las tres razones que Pablo da en los versículos 7 a 10 por las cuales no deberíamos aspirar a ser ricos.
En primer lugar, en el versículo 7 dice: «Porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar». Jamás se ve a un coche fúnebre seguido por un camión de mudanzas. La persona que pasa su vida tratando de hacerse rico es un tonto. No está en contacto con la realidad. Nos iremos tal como vinimos. Imagínate a cientos de personas que entran en la eternidad a raíz de un accidente aéreo en el mar de Japón. Se encuentran delante de Dios
despojados por completo de sus tarjetas de crédito, de sus chequeras, de sus líneas de crédito, de sus ropas de marcas reconocidas, de sus libros para obtener el éxito y de las reservaciones en el hotel Hilton. Aquí se encuentran los políticos, los ejecutivos, el mujeriego y el joven misionero, todos en el mismo nivel, con las manos absolutamente vacías, trayendo solo lo que tenían en el corazón. Cuan absurdo y trágico se verá en aquel día el que ama al dinero.
No malgastes tu preciosa vida tratando de hacerte rico, Pablo dice: «Porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar».
En segundo lugar, en el versículo 8 Pablo añade otra razón por la que no debemos perseguir la riqueza: «Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto». Los cristianos pueden y deben estar contentos con lo necesario en la vida. Cuando se tiene a Dios cerca y a nuestro favor, no necesitamos cosas ni dinero extra para tener paz y seguridad. Hebreos 13:5-6 lo dice más claro que el agua: Manténganse libres del amor al dinero, y conténtense con lo que tienen, porque Dios ha dicho: «Nunca te dejaré; jamás te abandonaré». Así que podemos decir con toda confianza: «El Señor es quien me ayuda; no temeré. ¿Qué me puede hacer un simple mortal?».
No importa cuáles sean los movimientos del mercado, Dios siempre es más precioso que el oro. Sus promesas de ayuda cortan las cuerdas de la esclavitud del amor al dinero.
La tercera razón por la cual no debemos perseguir la riqueza es que esta persecución terminará destruyendo nuestras vidas. A esto se refiere (RV-60):
Porque los que quieren enriquece caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe y fueron traspasados de muchos dolores.
Ningún cristiano hedonista desea lanzarse a la ruina y a la destrucción ni que los traspasen muchos dolores. Por lo tanto, ningún cristiano hedonista desea ser rico. En cambio, deseamos utilizar nuestro dinero para aumentar nuestro gozo de la manera en que nos lo enseñó Jesús. El Señor no está en contra de las inversiones, está en contra de las malas inversiones, es decir, de
que pongamos nuestros corazones en las comodidades y la seguridad que nos puede dar el dinero en este mundo. Debemos invertir el dinero en las ganancias eternas: “acumulen para sí, tesoros en el cielo” (Mat. 6:20)
¿Cómo? Lucas 12:32-34 nos da una respuesta: No tengan miedo, mi rebaño pequeño, porque es la buena voluntad del Padre darles el reino. Vendan sus bienes y den a los pobres. Provéanse de bolsas que no se desgasten; acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no hay ladrón que aceche ni polilla que destruya. Pues donde tengan ustedes su tesoro, allí estará también su corazón.
Por lo tanto, la respuesta a cómo debemos acumular tesoros en los cielos es invirtiendo los tesoros terrenales con propósitos misericordiosos en el nombre de Cristo aquí en la tierra. Dale a los que se encuentran en necesidad, esa es la manera de llegar a tener bolsas en el cielo. Fíjate con cuidado que Jesús no solo dice que los tesoros en los cielos serán el resultado inesperado de
la generosidad en la tierra. No, dice que debemos procurar los tesoros en los cielos. ¡Comienza a acumular! «Provéanse de bolsas acumulen un tesoro inagotable en el cielo». Esto es hedonismo cristiano puro.
A Dios no se glorifica cuando nos guardarnos para nosotros mismos (por más agradecidos que estemos) lo que debiéramos usar para aliviar la miseria de millones de personas que no han escuchado el evangelio, analfabetos, personas que no tienen medicamentos, ni comida. La evidencia de que el materialismo occidental ha engañado a muchos que profesan ser cristianos es
lo poco que damos y lo mucho que poseemos. Y por una ley casi irresistible del consumismo, hemos comprado más casas cada vez mayores, más autos cada vez más nuevos, más ropa de mayor estilo, más carne de mejor calidad, y toda clase de baratijas, artilugios, contenedores, dispositivos y equipos para hacer que la vida sea más divertida.
Algunos cristianos quizá objeten: ¿Acaso la Biblia no promete que Dios va a prosperar a su pueblo? ¡Claro que sí! Dios aumenta nuestra producción para que al dar seamos capaces de probar que nuestro dios no es la producción. Dios no prospera a un hombre de negocios para que cambie su Ford por un BMW. Dios lo prospera a fin de que miles de personas sin evangelizar
logren escuchar el evangelio. Lo prospera para que veinte por ciento de la población mundial retroceda un paso del precipicio de la muerte que viene por inanición.
La vida es guerra. Las víctimas son millones y lo que está en juego es eterno. Lo que necesitamos hoy no es un llamado a la simplicidad, sino un llamado a la guerra. Debemos pensar en términos de un «estilo de vida guerrero» en lugar de un «estilo de vida simple». He utilizado la frase «necesidades de la vida» porque Pablo dijo en 1Timoteo 6:8: «Así que, si tenemos ropa y
comida, contentémonos con eso». Aun así, esta idea de las necesidades básicas quizá nos lleve a un error. Me refiero a un estilo de vida que no esté cargado de cosas que no son esenciales, y el criterio para determinar qué es lo «esencial» no debería ser la sencillez primitiva, sino la eficacia para el tiempo de guerra.
El misionero de gran visión Ralph Winter ilustra esta idea de un estilo de vida guerrero:
El Queen Mary, que descansa en la bahía de Long Beach, California, es un museo fascinante del pasado. Como se usó tanto como crucero de lujo en tiempos de paz y transporte de tropas durante la Segunda Guerra Mundial, su estado actual como museo, con una longitud de tres campos de fútbol, presenta un contraste sorprendente entre los estilos de vida apropiados en la guerra y en la paz. En una parte se puede ver el comedor reconstruido para mostrar la mesa puesta para los tiempos de paz de una manera que les resultara apropiada a los ricos patrones de la clase alta para los cuales la deslumbrante disposición de los cuchillos, tenedores y cucharas no encerraba ningún misterio. En la otra parte, las evidencias de las austeridades de la guerra marcan un gran contraste. Una bandeja de metal con divisiones sustituye a quince platos y platillos. Las literas, no dobles, sino amontonadas de ocho en ocho, explican por qué el barco que tenía capacidad para tres mil personas en época de paz albergó a quince mil en tiempo de guerra. ¡Qué
repugnante debe haber sido esta transformación para los señores de los tiempos de paz! A fin de hacer estos cambios hizo falta una emergencia nacional, por supuesto. La supervivencia de una nación dependía de ello. La esencia de la Gran Comisión hoy en día es que la supervivencia de muchos millones de personas depende de que se lleve a cabo.
La vida es guerra. En medio de esta atmósfera, suena hueco todo lo que se diga del derecho que tiene un cristiano de vivir en el lujo «como un hijo del Rey», sobre todo porque el mismo Rey se quitó la ropa para la batalla.
El mensaje del hedonismo cristiano suena con claridad en 1Timoteo 6. Habla en especial acerca del dinero y el objetivo es ayudarnos a poner nuestro corazón en la vida eterna. Cuidado con el deseo de enriquecerse (versículo 9). «Pelea la buena batalla de la fe; haz tuya la vida eterna» (versículo 12). Pablo nunca se entretiene con las cosas secundarias. Vive al borde de la eternidad.
Por eso ve las cosas con tanta claridad. Quiere atesorar buen fundamento para el futuro, (versículo 19),. No desea la ruina, la destrucción y el tormento, (versículos 9 y 10). Desea toda la ganancia que le pueda traer la piedad (versículo 6). Entonces, usa la moneda del hedonismo cristiano con sabiduría: No desees ser rico; conténtate con lo que es necesario para vivir en tiempos de guerra; pon toda tu esperanza en Dios; cuídate del orgullo y permite que tu gozo en Dios se desborde en una riqueza de liberalidad que alcance
a un mundo perdido y necesitado.
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Por John Piper, Extracto de su libro "Los peligros del deleite"

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